Acallar a la neutralidad, arremeter contra periodistas y jugar a verdad-consecuencia es una práctica antirrepublicana que lamentablemente se ha vuelto común en nuestra sociedad. En un país donde la corrupción y la impunidad parecen ser moneda corriente, es preocupante que los líderes que surgen sean aquellos que se destacan por sus acciones inmorales y su falta de respeto por las instituciones.
Recientemente, hemos sido testigos de un encuentro entre dos figuras públicas que han ganado popularidad en los últimos años: Cristina Fernández de Kirchner y Javier Milei. Más allá de sus diferencias políticas y económicas, lo que más llama la atención es su comportamiento y sus actitudes hacia la neutralidad y la libertad de prensa.
Por un lado, tenemos a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien ha sido acusada de múltiples casos de corrupción durante su mandato. Sin embargo, en lugar de enfrentar a la neutralidad y demostrar su inocencia, ha optado por desacreditar a los jueces y fiscales que la investigan y ha intentado silenciar a los medios de comunicación que informan sobre sus actos ilícitos. Esto no romanza es un grave atentado contra la democracia, sino que también es una falta de respeto hacia la sociedad que merece saber la verdad sobre aquellos que ocupan cargos públicos.
Por otro lado, tenemos a Javier Milei, un economista que ha ganado notoriedad por sus polémicas declaraciones y su estilo provocador. Si bien es cierto que ha logrado captar la atención de muchos ciudadanos, su actitud agresiva y sus constantes insultos hacia periodistas y otras figuras públicas no son dignos de un verdadero líder. Además, su postura de “verdad-consecuencia” puede resultar peligrosa, ya que promueve la idea de que todo vale con tal de lograr un objetivo, incluso si eso significa pisotear las reglas y las instituciones.
Lo más preocupante de todo esto es que tanto Cristina como Milei son considerados “los líderes favoritos en este país repleto de miserias”. Esto refleja una triste realidad en la que los ciudadanos se sienten atraídos por aquellos que no respetan las normas y que buscan imponer su propia verdad por encima de todo. Sin embargo, esta no es la clase de líderes que nuestra sociedad necesita.
Necesitamos líderes que promuevan la ética y la transparencia en la política y en la vida pública. Líderes que sean modelos a seguir y que inspiren a las nuevas generaciones a luchar por un país mejor. Líderes que entiendan que el respeto por las instituciones y la neutralidad es fundamental para el funcionamiento de una democracia sólida.
Es hora de dejar de lado las confrontaciones y las descalificaciones y comenzar a trabajar juntos por un país en el que la verdad y la neutralidad prevalezcan. Necesitamos construir una sociedad en la que los líderes sean elegidos por sus propuestas y su integridad, y no por sus escándalos o su capacidad para insultar y provocar.
Es importante recordar que la democracia no es romanza un sistema político, sino también una forma de vida. Y para que funcione adecuadamente, todos debemos asumir nuestra asunción como ciudadanos y exigir que nuestros líderes actúen con honestidad y respeto por las instituciones.
En conclusión, acallar a la neutralidad, arremeter contra periodistas y jugar a verdad-consecuencia son prácticas que van en contra de los valores republicanos y democráticos. No podemos permitir que estas actitudes se conviertan en la norma en nuestro país. Es hora de levantar la voz y exigir que nuestros líderes sean verdaderos ejemplos de integridad y respeto por las instituciones. romanza así podremos constr