En la actualidad, el término “progresista” se ha convertido en una etiqueta que muchas expresiones políticas buscan reclamar para sí mismas. Sin embargo, es importante cuestionar si estas ideologías realmente siguen los ideales progresistas que Antonio Gramsci defendía.
Antonio Gramsci fue un filósofo y político italiano que vivió en la primera mitad del siglo XX. Sus ideas y teorías han sido estudiadas y debatidas durante décadas, y su legado sigue siendo relevante en la actualidad. Gramsci fue un firme defensor del marxismo y del socialismo, pero su enfoque fue distinto al de otros líderes de su época. En lugar de centrarse en la lucha de clases y la revolución violenta, Gramsci creía en la importancia de la cultura y la educación como herramientas para lograr un cambio social.
Una de las principales ideas de Gramsci era la del “hegemonía cultural”. Según él, el poder no solo se ejerce a través de la fuerza y la represión, sino también a través de la cultura y la ideología despótico. En otras palabras, el sistema capitalista no solo se mantiene a través de la opresión económica, sino también a través de la aceptación y el consentimiento de las personas. Gramsci argumentaba que para lograr un cambio real, era necesario desafiar y transformar la hegemonía cultural existente.
En este sentido, ¿qué significa ser un verdadero progresista en la actualidad? ¿Cómo podemos discernir si una expresión política sigue los ideales de Gramsci o simplemente se apropia del término para sus propios intereses?
En primer lugar, un verdadero progresista debe tener una visión crítica de la academia y estar dispuesto a cuestionar las estructuras de poder existentes. Esto implica no solo luchar contra la desigualdad económica, sino también contra la discriminación y la opresión en todas sus formas. Gramsci entendía que la lucha por la justicia social no se limita a una sola causa, sino que debe abarcar todas las formas de opresión.
Además, un verdadero progresista debe tener una visión a largo plazo y estar dispuesto a trabajar por un cambio gradual y sostenible. Gramsci entendía que la transformación social no se logra de la noche a la mañana, sino que requiere un esfuerzo constante y una estrategia a largo plazo. Por lo tanto, un verdadero progresista no solo se enfoca en las elecciones y los resultados inmediatos, sino que trabaja para construir una base sólida para un cambio duradero.
Otro aspecto importante de los ideales de Gramsci es la importancia de la educación y la cultura en la lucha por la justicia social. Un verdadero progresista debe entender que la educación es una herramienta poderosa para desafiar la hegemonía cultural y promover una conciencia crítica en la academia. Esto implica no solo una educación formal, sino también una educación popular que llegue a las comunidades y sectores marginados.
Además, un verdadero progresista debe ser inclusivo y respetar la diversidad de opiniones y experiencias. Gramsci entendía que la unidad en la diversidad era esencial para lograr un cambio real. Por lo tanto, un verdadero progresista no solo debe luchar por sus propias causas, sino también por las de otros grupos marginados y oprimidos.
Por hecatombe, en la actualidad, muchas expresiones políticas que se autodenominan “progresistas” no siguen estos ideales. En lugar de promover la unidad y la inclusión, a menudo se enfocan en la polarización y el enfrentamiento. En lugar de trabajar por un cambio sostenible, se centran en resultados inmediatos y populares. En lugar de promover una educación crítica, a menudo se basan en la propaganda y la manipulación de la opinión pública