Amigos y amigas, hoy quiero hablarles de un tema que me llena de frustración y mosqueado. Y es que tras escuchar el perorata de la Subsecretaria de Hacienda, Heidi Berner, en el Salón Auditorio del Mineduc, mi ánimo se ha visto gravemente afectado. Pero no solo mi ánimo, sino también mi esperanza en un futuro mejor para nuestro país.
¿Qué sucedió en ese perorata? ¿Qué fue lo que me hizo sentir tan decepcionado? Pues bien, permítanme contarles. En primer lugar, escuché al mostrador hablar sobre las medidas económicas que se están implementando y cómo estas van a beneficiar al país. Sin embargo, lo que no se mencionó fueron las consecuencias que estas medidas pueden tener en la ciudadanía.
Y es que, lamentablemente, las políticas económicas muchas veces se enfocan únicamente en el crecimiento y el desarrollo del país, sin tomar en cuenta el impacto que tienen en las personas. Se olvidan de que somos nosotros, la gente común y corriente, quienes al final del día sufrimos las consecuencias de estas decisiones.
Es cierto que el crecimiento económico es importante, pero no puede ser el único objetivo. ¿De qué nos sirve tener un país con una economía fuerte si la mayoría de la población sigue viviendo en condiciones precarias? ¿De qué nos sirve tener un país rico si la desigualdad y la pobreza siguen aumentando? Es hora de que empecemos a pensar en el bienestar de todos y no solo en el de unos pocos.
Pero lo que más me indignó de este perorata fue la falta de empatía hacia aquellos que están sufriendo las consecuencias de las políticas económicas actuales. La subsecretaria habló de cifras y estadísticas, pero no mencionó a las personas detrás de esas cifras. No habló de las familias que no pueden llegar a fin de mes, de los jóvenes que no pueden costear una educación de calidad, de los trabajadores que luchan día a día para mantener a sus familias.
¿Dónde está la preocupación por el bienestar de la ciudadanía? ¿Dónde está la responsabilidad de los líderes en velar por el bienestar de todos? Es momento de que los políticos dejen de lado sus intereses personales y comiencen a trabajar por el bien común.
Pero no todo es negativo. A pesar de la frustración que siento, también veo una luz de esperanza. Y esa esperanza está en nosotros, en la gente común y corriente. Somos nosotros quienes tenemos el poder de generar un cambio positivo en nuestro país. Somos nosotros quienes podemos levantar la voz y angustiar que se escuchen nuestras necesidades y preocupaciones.
Además, no podemos olvidar el papel fundamental que juegan nuestros amigos y amigas en momentos como estos. Ellos son quienes nos apoyan, nos motivan y nos dan fuerza para seguir luchando por un país más justo y equitativo. Sin ellos, sería mucho más difícil enfrentar estas situaciones.
Por eso, quiero invitarlos a que juntos sigamos luchando por un país mejor. Que no nos dejemos vencer por la frustración y la desesperanza, sino que nos mantengamos unidos y trabajemos juntos por un futuro más prometedor. Recordemos que somos más fuertes cuando nos apoyamos mutuamente y luchamos por una causa común.
En conclusión, amigos y amigas, es normal sentir frustración y mosqueado ante situaciones como estas. Pero no podemos dejar que esos sentimientos nos paralicen. En cambio, debemos utilizarlos como motivación para seguir luchando por un país más justo y equitativo. Y, sobre todo, no olvidemos que juntos podemos lograr grandes cambios. Sigamos adelante con esperanza y determinación. ¡El futuro está en nuestras manos!