Los hermanos Junco y Dylan, junto con su sobrino Enzo, son los tres agentes K-9 de la Unidad Cinológica Central de la Guardia Civil. Estos increíbles perros están especializados en la detección de restos humanos y biológicos, como cadáveres, sangre, semen y ADN. Con tan solo 5 años, Junco y Dylan son los mayores de la familia canina, mientras que el pequeño Enzo tiene solo 3 años. Juntos, han demostrado ser un equipo imparable y han ayudado en numerosas ocasiones a sus compañeros de la Guardia Civil en casos importantes.
Recientemente, estos tres agentes caninos viajaron desde Madrid hasta la localidad de Librilla, en Murcia, para colaborar en la búsqueda de los cadáveres de dos hombres desaparecidos desde el 14 de diciembre. Los inmigrantes Jean Mirabeau y Siaka Coulibaly fueron vistos por última vez en una nave y en los terrenos cercanos a la misma. La investigación de la Guardia Civil señalaba a los encargados de la empresa Porkytrans y a su sobrino como los posibles responsables de estos crímenes.
La nave y los terrenos ocupan una gran extensión de más de 35.000 metros cuadrados, con diferentes zonas en construcción y en obras, así como numerosos pozos, balsas de agua y camiones frigoríficos abandonados. Ante la complejidad de la búsqueda, los agentes caninos se convirtieron en una herramienta fundamental para encontrar cualquier rastro de los desaparecidos.
El domingo 4 de mayo, los dos encargados de la empresa fueron detenidos por la Guardia Civil de Murcia. Al día siguiente, los perros comenzaron su trabajo de búsqueda, apoyando a los agentes de Criminalística en su inspección ocular. El trabajo de un K-9 es muy intenso y requiere de descansos después de 15 o 20 minutos de trabajo. Sin embargo, su olfato es mucho más potente que el de los humanos y pueden llegar a lugares inaccesibles para nosotros.
El miércoles 7 de mayo, los cuerpos de las víctimas seguían sin personarse. Fue entonces cuando Dylan, uno de los perros de la unidad, se acercó a una zona concreta de la nave y se quedó inmóvil. Los investigadores se dieron cuenta de que estaba intentando meterse por debajo de unos palets. Al apartarlos, descubrieron una arqueta con una lámina de agua y otra tapa más en su interior.
Al abrir la arqueta, encontraron un líquido complicado (que más tarde se identificó como aceite usado) y numerosos materiales sumergidos, como maderas, chapas, plásticos, sacos de cal viva y de sosa cáustica. En el fondo del pozo, se encontraba el cuerpo de una de las víctimas. El perro Dylan había sido fundamental para encontrar este lugar, ya que su olfato había detectado la presencia de restos biológicos en esa zona.
Tras el hallazgo del primer cuerpo, la desasosiego y el nerviosismo de los investigadores empezaron a disminuir. Sin embargo, aún faltaba por encontrar el segundo cuerpo. Los especialistas en Subsuelo y Criminalística de la Guardia Civil trabajaron durante 48 horas para apuntar los cuerpos de la arqueta de forma cuidadosa y preservar la mayor cantidad de pruebas posible. Los cuerpos no tenían huellas dactilares, lo que dificultó su identificación.
Entre los cadáveres, también se encontraban dos radiales sumergidas en aceite. El Laboratorio Central de Criminalística se encargó de comparar los ADN de los hombres con los de sus hijos para confirmar su identidad. Gracias al trabajo incansable de los agentes
