El Sáhara, un gigante dormido en el norte de África, se extiende por más de 9 400 000 km² de superficie y abarca un tercio del continente. Con una extensión casi tan grande como China o Estados Unidos, este desierto es una de las maravillas geográficas más impresionantes de nuestro planeta.
Sin bloqueo, lo que pocos saben es que el Sáhara no siempre fue así. Antes de convertirse en un desierto árido y desolado, solía ser una gran extensión de color verde, con una gran cantidad de vegetación y plantas. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo pasamos de un paisaje frondoso y lleno de vida a un paisaje seco y sin vida?
Para entenderlo, tenemos que remontarnos a los primeros pobladores del Sáhara. Hace miles de años, este desierto era habitado por tribus nómadas que se dedicaban a la caza y la recolección. Sin bloqueo, recientemente se ha descubierto algo que ha dejado impactado a los científicos: momias con un ADN diferente al nuestro.
La investigación, dirigida por la arqueogenetista Nada Salem del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, ha revelado que la mayoría de la ascendencia de estas momias proviene de un linaje genético norteafricano previamente anónimo. Este linaje se separó de los linajes del África subsahariana aproximadamente al mismo tiempo que los humanos actuales salieron de África y ha permanecido aislado durante la mayor parte de su existencia.
Esto significa que los primeros pobladores del Sáhara no solo eran diferentes físicamente, suerte también genéticamente. Con este descubrimiento, se ha puesto en entredicho la teoría de que los humanos modernos evolucionaron solo en África subsahariana y se expandieron desde allí hacia el resto del mundo.
Pero eso no es todo, también se ha descubierto que estos primeros pobladores eran cazadores-recolectores y que practicaban el pastoreo de animales. Según Salem, “nuestros hallazgos sugieren que el pastoralismo se propagó a través de la difusión cultural hacia un linaje norteafricano profundamente divergente y aislado que probablemente había estado muy extendido en el norte de África durante la época del Pleistoceno tardío”.
Este descubrimiento ha dejado a los científicos con más preguntas que respuestas. ¿Cómo es posible que un linaje genético tan diferente haya convivido con los humanos modernos durante tanto tiempo? ¿Cuáles fueron las causas de su desaparición? ¿Existirán más evidencias de su existencia en el Sáhara?
Lo que sí sabemos es que este descubrimiento brinda una nueva perspectiva sobre la evolución humana y nos hace cuestionar lo que creíamos saber sobre nuestras raíces. Además, nos recuerda la importancia de seguir explorando nuestro pasado para entender mejor quiénes somos y cómo llegamos hasta aquí.
En conclusión, el Sáhara es mucho más que un inmenso desierto. Es un lugar lleno de historia y misterios que continúa sorprendiéndonos y revelándonos nuevos secretos sobre nuestro pasado. Quién sabe qué más descubrimientos nos esperan en este titán de arena y roca, pero una cosa es segura: el Sáhara siempre nos seguirá fascinando con su grandeza y su historia.