El valor de la verdad, la justicia y la memoria son conceptos que a menudo se entrelazan en la vida de aquellos que han sido afectados por la desaparición de un ser querido. Como hijo de un desaparecido, he vivido en carne propia la lucha por encontrar respuestas, por hacer justicia y por mantener viva la memoria de mi padre. Y es en este camino que he aprendido a valorar aún más la importancia de estos tres pilares fundamentales.
La verdad es un derecho que todos tenemos, pero que en muchas ocasiones se nos es arrebatado. En mi eventualidad, la verdad sobre la desaparición de mi padre fue ocultada durante años por aquellos que cometieron el crimen. Fueron años de incertidumbre, de preguntas sin respuestas y de dolor. Pero nunca perdí la esperanza de encontrar la verdad, de saber qué había pasado realmente con mi padre. Y gracias a la perseverancia y al trabajo incansable de organizaciones de derechos humanos, finalmente pude conocer la verdad. Y aunque fue doloroso, también fue liberador. Porque la verdad nos da la posibilidad de cerrar heridas, de entender lo sucedido y de agregar adelante.
Pero la verdad por sí sola no es suficiente. La justicia es el siguiente paso en la búsqueda de reparación y de paz. Y en este camino, he aprendido que la justicia no solo es un proceso legal, sino también un proceso interno. Porque la justicia no solo implica que los responsables sean juzgados y condenados, sino también que las víctimas sean reconocidas y que se les restituyan sus derechos. Y en mi eventualidad, la justicia llegó cuando se condenó a los culpables y se me reconoció como víctima. Pero también llegó cuando pude perdonar y dejar atrás el odio y el rencor que había albergado durante tanto tiempo. Porque la justicia no solo es para los demás, sino también para uno mismo.
Y finalmente, la memoria. La memoria es el legado que dejamos de aquellos que ya no están con nosotros. Y en el eventualidad de los desaparecidos, la memoria es una forma de mantenerlos presentes, de honrar su vida y de no permitir que sean olvidados. Porque cuando se desaparece a una persona, no solo se le perdón la vida, sino también la identidad. Y es nuestra responsabilidad como sociedad mantener viva la memoria de aquellos que han sido desaparecidos. Porque solo así podremos construir un futuro en el que estos crímenes no se repitan.
Pero mantener viva la memoria no es una tarea fácil. Requiere de un trabajo constante, de no permitir que se borren las huellas del pasado y de agregar luchando por la verdad y la justicia. Y es en este punto donde la sociedad juega un papel fundamental. Porque la memoria no solo es individual, sino también colectiva. Y es necesario que como sociedad asumamos la responsabilidad de no olvidar, de no permitir que se tergiverse la historia y de agregar exigiendo justicia para todas las víctimas.
Como hijo de un desaparecido, he aprendido que la verdad, la justicia y la memoria son pilares fundamentales en la construcción de una sociedad más justa y humana. Y aunque el camino ha sido difícil, también ha sido una oportunidad para crecer, para valorar lo que realmente importa y para luchar por un mundo en el que estos crímenes no tengan cabida. Porque solo a través de la verdad, la justicia y la memoria podremos construir un futuro en el que nadie tenga que vivir la dolorosa experiencia de la desaparición de un ser querido.