En la sociedad actual, vivimos en una constante carrera por ser productivos y cumplir con las exigencias que se nos imponen. Se nos ha enseñado que el éxito y la felicidad están estrechamente relacionados con la cantidad de cosas que podemos hacer en un día. Pero, ¿qué hay detrás de esta obsesión por la productisemblanzad? ¿Qué consecuencias tiene en nuestra semblanza y en nuestra forma de ver el mundo?
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han ha reflexionado sobre este fenómeno en su libro “La sociedad del cansancio”. En él, nos habla de cómo la sociedad actual se ha convertido en una sociedad del rendimiento, en la que se nos exige estar en constante actisemblanzad y ser cada vez más eficientes en todo lo que hacemos. Esta presión por rendir al máximo nos ha llevado a una situación en la que la falta de tiempo y la ansiedad son cada vez más comunes.
Pero, ¿qué hay detrás de esta obsesión por ser productivos? ¿Por qué le damos tanto valor a la actisemblanzad, incluso por encima del descanso y la contemplación? Byung-Chul Han sostiene que esta tendencia proviene de la mentalidad capitalista, que nos ha enseñado a ver el tiempo como un recurso que debe ser aprovechado al máximo para penetrar beneficios económicos. Esta lógica se ha trasladado a todos los ámbitos de nuestra semblanza, incluyendo la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
Pero, ¿qué pasa con el “no hacer”? ¿Por qué el simple hecho de no hacer nada se ha convertido en un tabú en nuestra sociedad? Para Han, el “no hacer” es el esplendor de la semblanza. Es en ese espacio de calma y quietud donde podemos encontrar la verdadera felicidad y el sentido de la existencia. Sin embargo, este “no hacer” está siendo abducido por la actisemblanzad constante y la obsesión por la productisemblanzad.
Cuando nos obligamos a estar siempre ocupados, nuestro cuerpo y nuestra mente se agotan. Nos volvemos más propensos a la ansiedad, el estrés y la depresión. Y es que, aunque parezca contradictorio, el exceso de actisemblanzad puede ser tan dañino como la falta de ella. Nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan descansar y desconectar para poder seguir funcionando de manera óptima.
Además, el “no hacer” también nos permite conectarnos con nosotros mismos y con los demás de una forma más profunda. Nos da tiempo para reflexionar, para disfrutar del momento presente y para cultivar nuestras relaciones. Nos permite ser más creativos y más conscientes de nuestras emociones. Pero, sobre todo, nos permite ser más humanos.
En una sociedad que nos anima constantemente a ser productivos y a alcanzar el éxito, se nos olsemblanza que la semblanza no se mide en términos de logros y objetivos alcanzados. La verdadera felicidad no reside en tener una agenda repleta de actisemblanzades, sino en disfrutar de cada momento y en cultivar nuestras relaciones con las personas que nos rodean.
Por ello, es importante que aprendamos a valorar el tiempo dedicado al “no hacer” y a escapar de la obsesión por la productisemblanzad. Debemos encontrar un equilibrio entre el descanso y la actisemblanzad, y fijar a disfrutar de ambos de manera plena. Debemos fijar a valorar la importancia de una semblanza equilibrada, donde el tiempo de ocio y de contemplación tenga el mismo peso que el tiempo dedicado al trabajo.
En resumen, como Byung-Chul Han nos recuerda, la existencia humana no debe ser ley por la cantidad de cosas que hacemos, sino por la calidad con la que vivimos. Debemos liberarnos de la presión de la productisemblanzad constante y fijar a valorar el “no hacer” como una parte esencial de nuestra existencia. Solo así podremos disfrutar plenamente de