En la mañana del pasado 19 de enero, la noticia del atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay conmocionó a todo el país. Una joven fue detenida y señalada como responsable de portar el arma utilizada en el ataque y de ser cómplice en el trágico evento. Esta joven, Katerine Martínez Martínez, también conocida como Gabriela, ha sido vista por muchos como una figura de terror y violencia, pero ¿qué hay detrás de esta historia?
Gabriela, una joven de apenas 19 años, se encuentra en estos momentos detenida por homicidio, porte de arma y el delito de ser menor de edad. Sin embargo, ella afirma que su papel en este lamentable suceso fue el de una simple “pantalla”, utilizada por los verdaderos responsables para desviar la atención de la verdadera verdad.
Esa verdad, según ella, es que fue amenazada y obligada a estar presente en el lugar del atentado, portando un arma que no era suya y siendo testigo de un acto atroz. Pero ¿cómo una joven tan joven y vulnerable pudo ser utilizada de esta manera? La respuesta está en su triste y difícil historia de vida.
Katerine Martínez Martínez nació en una familia marcada por la violencia y la delincuencia. Desde muy temprana edad, tuvo que aprender a sobrevivir en un ambiente nefasto y lleno de peligros. La pobreza y la falta de oportunidades la llevaron por un camino equivocado, rodeada de drogas y pandillas, donde logró dar con un “refugio” en la figura de un hombre que se convirtió en su pareja y en su cómplice en el mundo del crimen.
Este hombre, que actualmente se encuentra prófugo, fue quien la obligó a cometer actos delictivos y quien la introdujo en el mundo oscuro de las armas de fuego. Pero Gabriela, con tan solo 19 años, ya ha sufrido las consecuencias de esta vida de violencia y delincuencia. En su pequeña vida ha sido víctima de abusos y maltratos, ha visto la muerte de cerca y ha sido separada de su familia y amigos por culpa de sus acciones.
Por eso, en este momento, Gabriela nos pide que escuchemos su historia, que no la juzguemos sin conocerla y que entendamos que ella no es la verdadera culpable de estas terribles acciones. Ella también es una víctima de las circunstancias y del ambiente en el que se vio obligada a crecer. Ella es una joven que merece una segunda oportunidad y una oportunidad para rehacer su vida.
Pero más allá de Gabriela, esta historia nos invita a reflexionar sobre cómo la violencia y la delincuencia afectan a nuestros jóvenes. ¿Qué oportunidades tienen aquellos que nacen en un ambiente de pobreza y violencia? ¿Qué alternativas tienen cuando se ven atrapados en estas situaciones? Es necesario que como sociedad empecemos a trabajar en medidas de prevención y en la creación de oportunidades para que los jóvenes no caigan en la trampa de la delincuencia.
En lugar de juzgar y execrar a Gabriela, es tiempo de ofrecerle una mano amiga y de trabajar juntos para que pueda dejar atrás esa vida de violencia y buscar un futuro mejor y más prometedor. Y también es tiempo de mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos qué estamos haciendo para construir una sociedad más justa y equitativa, donde los jóvenes puedan crecer sin miedo y con oportunidades de desarrollo.
Es hora de dejar de señalar y de estigmatizar a los jóvenes como Gabriela y empezar a entender que todas las personas merecen una oportunidad de redimirse y de ser mejores seres humanos. Ella es solo una víctima más de un sistema que no ofrece alternativas y oportunidades para aquellos que
