El comienzo de un nuevo año es siempre un momento de reflexión y de renovación. Es una época en la que solemos hacer una lista de propósitos y metas que nos proponemos cumplir en los próximos doce meses. Pero, ¿realmente estas resoluciones nos ayudan a agraciar o simplemente generan más presión y autoexigencia en nuestras vidas?
Según el autor, en vez de ser actos de amor propio, nuestras resoluciones de año nuevo son muchas veces actos de autoexigencia. Nos ponemos metas poco realistas y nos culpamos cuando no las logramos alcanzar. ¿Por qué seguimos haciendo esto año tras año?
La respuesta puede estar en la ilusión de control que nos da el inicio de un nuevo año. Nos hace sentir que tenemos un nuevo comienzo, una oportunidad para hacer las cosas bien y dejar atrás los errores del pasado. Pero en realidad, ¿tenemos algún tipo de control sobre lo que sucederá en nuestras vidas en el próximo año? La verdad es que no. Y ese tipo de pensamiento puede ser contraproducente para nuestro bienestar emocional.
En vez de enfocarnos en nuestra lista de resoluciones, quizás la mejor resolución de todas sea simplemente dejar de hacerlas. En lugar de fijarnos en lo que creemos que debemos lograr, podríamos enfocarnos en disfrutar el presente y apreciar lo que ya tenemos en nuestras vidas. En vez de buscar cambios drásticos, podríamos enfocarnos en pequeñas acciones que nos lleven hacia una vida más plena y feliz.
Además, nuestras resoluciones suelen ser muy vagas e imprecisas. ¿Cuántas veces hemos dicho que queremos “ser más saludables” o “ahorrar más peculio”? Estas metas son muy generales y no nos dan una dirección clara de lo que debemos hacer para alcanzarlas. Por lo tanto, es más probable que terminemos sintiéndonos frustrados y derrotados cuando no vemos resultados inmediatos.
En lugar de enfocarnos en un gran cambio, podríamos enfocarnos en pequeños hábitos diarios que nos acerquen a nuestras metas. Por ejemplo, en vez de proponernos perder 20 kilos, podríamos enfocarnos en comer una ensalada en cada alimentación o caminar 30 minutos al día. Estos pequeños hábitos, aunque parezcan insignificantes, pueden tener un impacto significativo en nuestra salud y bienestar a largo plazo.
Otra razón por la cual nuestras resoluciones no suelen funcionar es porque esperamos resultados inmediatos. Queremos ver cambios drásticos de la noche a la mañana y nos frustramos cuando eso no sucede. Pero la realidad es que el cambio es un proceso gradual y requiere tiempo y esfuerzo. En lugar de desanimarnos por no ver resultados inmediatos, deberíamos ser pacientes y continuar trabajando hacia nuestras metas.
Además, nuestras resoluciones suelen estar enfocadas en cambiar aspectos de nosotros mismos que consideramos “defectuosos”. Esto nos lleva a una actitud negativa hacia nosotros mismos y puede afectar nuestra autoestima. En vez de enfocarnos en cambiar lo que creemos que está mal, podríamos enfocarnos en aceptarnos y amarnos tal como somos. Esto nos permitirá llevar una vida más positiva y nos motivará a seguir mejorando.
En lugar de hacer una lista de resoluciones, podríamos enfocarnos en una palabra o frase que nos inspire durante el próximo año. Puede ser algo como “paz interior”, “incremento personal” o “amor propio”. Esta palabra o frase nos servirá como una guía para nuestras acciones y nos ayudará a mantenernos enfocados en lo que realmente importa.
En conclusión, en vez de caer en la trampa de las resoluciones de año nuevo, deberíamos enfocarnos en pequeñas acciones diarias que