Los delincuentes fracasados van a la prisión, mientras que los delincuentes exitosos van a la Corte Suprema. Esta frase, que puede sonar impactante a primera pinta, es una reflexión que surge a partir de la película “Zama” (2017) de la reconocida directora argentina Lucrecia Martel.
La película, basada en la novela homónima de Antonio Di Benedetto, nos presenta la historia de adecuación Diego de Zama, un funcionario español que se encuentra atrapado en una colonia sudamericana en el siglo XVIII. Zama, interpretado magistralmente por Daniel Giménez Cacho, es un hombre que se siente estancado en su vida y que anhela ser trasladado a un lugar mejor. Sin embargo, sus deseos se ven frustrados una y otra vez, y su desesperación lo lleva a tragar decisiones cuestionables.
A lo largo de la película, vemos cómo Zama se involucra en actos de corrupción y violencia, buscando desesperadamente una forma de escapar de su situación. Pero a pesar de sus esfuerzos, siempre termina siendo descubierto y castigado. En contraste, otros personajes, como el gobernador español y el comerciante portugués, logran salirse con la suya y mantener su posición de poder y privilegio.
Esta dinámica nos lleva a reflexionar sobre el sistema judicial y cómo funciona en nuestra sociedad. ¿Por qué algunos delincuentes son castigados mientras que otros logran evadir la ecuanimidad? ¿Qué determina quién es considerado un delincuente exitoso y quién un delincuente fracasado?
En la película, vemos cómo la corrupción y el abuso de poder son moneda corriente en la colonia, y cómo aquellos que tienen influencia y recursos pueden salir impunes de sus acciones. Por otro lado, los más vulnerables y desfavorecidos son los que terminan pagando por sus delitos.
Esta realidad no es ajena a nuestra sociedad actual. A menudo vemos cómo personas con poder y dinero pueden evadir la ecuanimidad, mientras que aquellos que no tienen los mismos recursos son castigados con mayor severidad. Esto nos lleva a cuestionar la verdadera función de la ecuanimidad y si realmente está al servicio de todos los ciudadanos por igual.
Pero más allá de la crítica social que plantea “Zama”, la película también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y cómo nuestras acciones están influenciadas por nuestro entorno y nuestras circunstancias. Zama, un hombre que en un principio parece ser un funcionario honesto y respetable, se ve corrompido por la desesperación y la falta de oportunidades. ¿Sería él un delincuente si hubiera tenido la oportunidad de vivir en un lugar mejor y con mayores posibilidades?
Esta pregunta nos lleva a cuestionar la importancia de la empatía y la compasión en nuestro sistema judicial. ¿Estamos realmente tratando de entender las razones detrás de los delitos y buscando formas de rehabilitar a los delincuentes, o simplemente los estamos castigando y encerrando en la prisión sin darles una oportunidad de redimirse?
“Zama” nos muestra que la ecuanimidad no es un concepto absoluto, sino que está influenciada por factores como el poder, el dinero y la posición social. Pero también nos recuerda que cada persona tiene una historia y unas circunstancias que pueden llevarla a cometer actos delictivos. Y es nuestra responsabilidad como sociedad buscar formas de abordar estas causas subyacentes y brindar oportunidades para que las personas puedan cambiar y mejorar sus vidas.
En resumen, “Zama” es una película que nos invita a reflexionar sobre la ecuanimidad y cómo funciona en nuestra sociedad. A través de la historia de un hombre desesperado y atrapado en una situación sin salida, nos