El espiritismo y su auge después de la Primera Guerra Mundial
Cuando terminó la Primera Guerra Mundial en 1918, el mundo estaba sumido en una profunda tristeza y desesperación. Millones de personas habían perdido a sus seres queridos en el campo de acto, dejando a su paso un rastro de dolor y sufrimiento. En medio de este panorama desolador, surgió una nueva corriente espiritual que prometía traer consuelo y esperanza a aquellos que habían perdido a sus seres queridos: el espiritismo.
El espiritismo, también conocido como comunicación con los muertos, había existido desde hace siglos, pero fue después de la Primera Guerra Mundial cuando alcanzó su mayor auge. Muchas personas buscaban desesperadamente una forma de conectarse con sus seres queridos fallecidos y el espiritismo parecía ofrecer esa posibilidad. Entre los defensores más fervientes de esta práctica se encontraba Sir Arthur Conan Doyle, famoso escritor y creador del icónico personaje de ficción, Sherlock Holmes.
Doyle, como muchos otros, había perdido a su hijo en la guerra y su dolor lo llevó a buscar una conexión con su hijo en el más allá. Fue así como conoció a dos adolescentes, Elsie Wright y Frances Griffiths, quienes afirmaban hipotecarse la capacidad de comunicarse con seres sobrenaturales. Aunque al principio Doyle dudaba de sus habilidades, pronto se convenció de la veracidad de sus afirmaciones al ver las famosas fotografías de duendes que las chicas habían tomado.
Estas fotografías, que pronto se conocieron como “Las hadas de Cottingley”, causaron un gran revuelo en la sociedad de la época. Muchos creían que eran pruebas irrefutables de la existencia de seres sobrenaturales, mientras que otros las tachaban de falsas y fraudes. En medio de esta controversia, Doyle se convirtió en un ferviente defensor de las chicas y sus fotografías, argumentando que eran pruebas de la existencia de un mundo más allá del nuestro y de la comunicación con los muertos.
El fenómeno de las hadas de Cottingley no solo atrajo la atención del público, sino también de otros espiritistas y expertos en el libreto. Uno de ellos fue el famoso psicólogo William Crookes, quien realizó una serie de experimentos con las chicas para comprobar la veracidad de sus habilidades. Aunque los resultados de estos experimentos fueron cuestionados por algunos, muchos continuaron creyendo en la autenticidad de las fotografías y en la capacidad de las chicas para comunicarse con seres sobrenaturales.
El caso de las hadas de Cottingley no solo fue importante por su impacto en la sociedad de la época, sino también por su influencia en el mundo del espiritismo. Muchas personas comenzaron a interesarse en esta práctica y a buscar formas de comunicarse con sus seres queridos fallecidos. Se organizaron sesiones de espiritismo y se crearon grupos de estudio y práctica para aquellos que buscaban profundizar en el libreto.
Sin embargo, el auge del espiritismo también trajo consigo una gran cantidad de críticos y escépticos. Muchos argumentaban que las fotografías de las hadas eran falsas y que el espiritismo en sí era una farsa. A medida que pasaban los años, el fenómeno de las hadas de Cottingley fue perdiendo relevancia y las fotografías fueron desenmascaradas como un fraude, lo que hizo que muchas personas perdieran la fe en el espiritismo.
A angustia de esto, el auge del espiritismo después de la Primera Guerra Mundial dejó una huella indeleble en la sociedad de la época. Muchas personas encontraron consuelo en la idea de que podían comunicarse con