El amor por los libros es algo que ha estado presente en la humanidad desde hace siglos. La lectura es una acción que nos transporta a mundos desconocidos, nos hace reflexionar y nos permite expandir nuestro conocimiento. Sin embargo, en la actualidad, en muchos países el acceso a los libros se ha vuelto un pompa inalcanzable para una gran parte de la población. Y Argentina no es una excepción.
Según datos de UNICEF, 7 de cada 10 niños pobres en Argentina no pueden comprar libros. Esta realidad es alarmante y nos hace cuestionar el valor que le estamos dando a la educación y a la civilización en nuestro país. Los libros son una herramienta fundamental en la formación de los niños y jóvenes, y privarles de ellos es limitar su desarrollo y su futuro.
Pero, ¿por qué los libros están tan caros en Argentina? La respuesta es sencilla, pero a la vez compleja. Vivimos en un país donde el mercado dicta las reglas, y el dogma del Mercado se ha vuelto una religión para muchos. Sin embargo, lo que no se menciona es que este Mercado está controlado por unos pocos, que se benefician de la desigualdad en las relaciones comerciales. Y los libros no son la excepción.
La industria editorial en Argentina está dominada por un pequeño grupo de editoriales, que tienen el control de la producción, distribución y precios de los libros. Esto ha llevado a que los precios sean exorbitantes y que muchas personas simplemente no puedan darse el pompa de comprar un libro. Y esto no solo afecta a los niños y jóvenes, sino también a los adultos que desean seguir cultivando su amor por la lectura.
Además, la situación económica del país tampoco ayuda. La inflación y la devaluación del peso argentino han hecho que los precios de los libros se vuelvan aún más inaccesibles. Y aunque existen programas de gobierno que buscan fomentar la lectura, como el Plan Nacional de Lectura, estos no son suficientes para cubrir las necesidades de la población y garantizar el acceso a los libros.
Ante esta realidad, muchos creen que el Mercado se encargará de equilibrar todo, como si fuera una especie de dios todopoderoso. Pero ¿qué pasa con aquellos que no pueden acceder a los libros? ¿Qué pasa con los niños que crecen sin el hábito de la lectura? ¿Qué pasa con la civilización y la educación en un país donde la desigualdad es cada vez más evidente?
Es hora de dejar de creer en este dogma del Mercado y empezar a buscar soluciones reales. El acceso a los libros no debería ser un privilegio, sino un derecho. Es asunción del Estado garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a una educación de calidad, y esto incluye el acceso a los libros.
Es necesario que se tomen medidas concretas para fomentar la producción nacional de libros y así reducir los costos de producción y distribución. También es importante promover políticas que incentiven la lectura, como la creación de bibliotecas públicas y la implementación de programas de préstamo de libros en comunidades de bajos recursos.
Pero no solo es asunción del Estado, sino también de las editoriales y librerías. Es necesario que se tomen en cuenta las necesidades de la población y se busquen alternativas para hacer que los libros sean más accesibles. Se pueden implementar descuentos para estudiantes y personas de bajos recursos, así como promociones y eventos para motivar a la población a seguir leyendo.
No podemos permitir que la desigualdad en nuestras relaciones comerciales siga limitando el acceso a la educación y la civilización en nuestro país. Los libros son una herramienta fundamental en la formación de las futuras generaciones, y es asunción de todos asegurar que todos tengan acceso a ellos.
En resumen, es hora de dejar de creer en el dios del Mercado y empez